sábado, 22 de noviembre de 2008

LA SIMPLE FLOR


La miró…
Ella estaba allí, en el medio de la canasta… Tan igual a todas y tan diferente.
Una semilla, similar a todas las demás…
Él la vió. Pudo sentir que su cuerpo se estremecía al traspasar esa delgada capa que ocultaba su vida.
El sembrador, con su mirada posada en la canasta, y esa fuerza extrema movía.
-No lo hagas- se dijo a sí mismo, permitiendo que las experiencias pasadas recorrieran su mente, haciendo viva cada emoción, cada silencio; reviviendo su hastío.
Alzó la cesta y marchó con ella…
Camino senderos, recorrió paisajes y pasó por su viejo jardín…
Sus recuerdos, cual fantasmas inertes, tomaron vida…
La soñó…
Su cuerpo tembló y percibió la vida… La mirada dejo de ser su cómplice y abandonó la nada. Se posó en la canasta y le avisó que tal vez se podía.
El minuto fue terrible… Su cuerpo, sus recuerdos, su esperanza y su hastío se debatieron sin escrúpulos, sin sentidos…
Cada uno de ellos trajo argumentos certeros, que tenían verdad pero también mentiras…
Fue ese segundo el que entronizó el riesgo y lo sometió otra vez al desafío…
La tomó en sus manos y el cálido supuesto de su vida, mató el temor y abrió el camino…
Allí quedaron…Su semilla y él…
Años de intentos, porque más allá del fracaso, él creía.
Ya no dudó la buscaría...
Tomó la pala, desgarró la tierra, la abonó con sudor y pensó que esta vez podría…
Años buscando esa flor que todos habían destruido… Años de injertos que habían hecho que su simpleza se perdiera tras el intento de una belleza etérea, que aparentaba pero no poseía.
Sacó la semilla y la posó en ese aposento que construyó con esfuerzo y esperanza; pero también con temor y melancolía.
Se quedó otra vez, detuvo su camino…
El horizonte ya no fue su meta… lo fue esa vida.
Todos los días la regó y esperó… viendo en el vacío.
Creyó en ella. La imaginó desgarrándose, sufriendo en su cuerpo la metamorfosis de la vida…
Acompañó su dolor ofrendando su paciencia, su silencio; su trabajo de alimentarla en su ausencia, cada día…
Enfrentó otra vez la desesperanza, los argumentos que su mente construía…
Hasta que la vió… Un tímido brote verde le habló de su vida… Lo estremeció y le comunicó que habían vencido el desafío…
Ambos crecieron… Ella desarrollándose, él a su servicio…, trayendo sustento, cuidando su belleza, protegiéndola de las plagas, del tiempo, en fin… del día a día.
Ella creciendo, el esperando; ambos entrelazados en un propósito que se actualizaría un día…, ese que se hizo presente en el momento que el capullo afirmó su triunfo, y le garantizó que la frustración había sido vencida…
La flor ansiada… La simple, la primera, aquella que un día había irrumpido en la creación, por un simple sentido, el de dar belleza, simpleza y color…
El la vió y no se sintió digno. Un agudo dolor lo embargo y se entregó a ese argumento interior que le afirmaba que ya era tarde, que le recordó el amor ofrecido a tantas que no lo habían complacido…
La miró y no se sintió digno… Creyó en el tiempo, y le otorgó el dominio…
Se percibió viejo, sintió el cansancio y pensó en la muerte…
Se sentó a su lado y ocultó su rostro… Sepultó la alegría del triunfo y se replegó en su culpa, por el pasado… que ya fue… y perdió vida.
La flor, le ofrendó toda su belleza, pero el no la vió… Realizó intentos, relució sus colores, aumentó su perfume, pero no lo logró…
EL no la veía…
Ella perdió su eternidad, aquella que la había hecho viajar hacia su creación.
Percibió el tiempo
Comenzó a sentir la ausencia. La sed la sometía…
Su cuerpo poco a poco fue cayendo…
El no la miró…
La planta a su lado se moría…
Una lágrima recorrió su rostro, sacó hacia fuera algo de su vida…
Ella la bebió, con desesperación, intentando mantenerse viva…
Ambos están ahí…
¿Será su construcción o su destino?
¿Vencerá el amor, el tiempo o el vacío?