jueves, 24 de enero de 2008

c El mediodía está gris y la niña espera… Una enorme nube a tapado el sol y las sombras la consuelan.
Hace un instante el calor agobiaba. Enormes espejismos de agua cegaban su mirar.
Le dolìa la luz. Deseaba no verla…
Por eso esta nube es su aliento.
Sentada sobre la piedra se refugia y espera… No sabe de horas pero si de tiempos…
La curva del sol es su guia. Esa bola resplandeciente ofrece su luz y su calor tan sublimes.
La parábola imaginaria está en sus pensamientos; el sol sólo en un punto.
Siempre estuvo en uno de ellos; la línea existe en sus recuerdos.
El tiempo…; que ironía y que silencio. Argumento determinante que indica que todo es y nada existe,
Porque su mente no puede negar que hubo momentos.
La nube se corre y el sol aparece…
Está en el punto, en ese que se esfuman las sombras.
Se para, se busca…
No encuentra su dibujo sellado en la tierra… Tampoco el de los árboles, las casas, los suyos.
Clama por la nube, pero esta no existe. El viento la arrastró y se ha ido.
El calor la agobia; su cuerpo suda. Siente el grito de su ser que busca desvanecerse; ocultarse, desaparecer, pues ya no hay nada que cubra.
Es la lucha entre la luz y las tinieblas.
El movimiento del sol se impone ¿Castiga o dona? ¿Tendrá nombre?
El movimiento es y su marcha no cede; soporte o no, la parábola seguirá su ritmo…
La niña será traspasada por ese destino…
¿Buscará refugio, cerrará los ojos o se dejará encandilar por los espejismos?
¿Pondrá su mirada en el ocaso resistiendo y esperando que este momento sucumba?
¿Luchará con su ser y aceptará el riesgo de vivir sin sombras?
Sea lo que sea, la parábola cumplirá su ciclo… La niña y el tiempo; ¡qué desafío!
¿Aceptará sus dones… o buscará sólo eludirlos?